No escribo mucho estos días. Es que ando liado con la preparación del curso y de una cosa que se llama habilitación para poder convertirme en profesor Titular, o sea, con contrato de funcionario. Creo que es la única plaza de funcionario que merece la pena. En realidad estoy en excedencia de mi anterior trabajo fijo en la Universidad de Sevilla, de donde me marché jurándome a mí mismo que nunca volvería a caer en eso de buscar la estabilidad laboral. Me marché de la televisión antes de que llegara el momento de consolidar mi plaza (todos los que entraron conmigo son ahora trabajadores fijos, felices, con tripa y, la mayor parte, con dos hipotecas y dos coches, que en algo hay que gastar el dinero que allí se gana). Llegué a la universidad de rebote, por casualidad y todavía no termino de creerme que soy profesor. Tal vez por eso no me he puesto en serio a tratar de quedarme allí. Estos dos últimos años, sin embargo, me han enseñado que ser profesor te da otras oportunidades. No hay mucho dinero, pero sí tiempo libre, mientras que el tiempo ocupado en realidad te mantiene vivo, en contacto con gente joven y haciendo algo que, si te gusta como a mí, te hace muy feliz. En el tiempo libre puedo dedicarme a las otras cosas que me gustan como cantar, dirigir películas o actuar sin tener que preocuparme por convertir esas actividades en la fuente de mis ingresos, lo que a la larga suele terminar por pervertir cualquier expresión artística. Lo que no dejo de hacer son mis cursos de creación literaria y este año ya están convocados para octubre. El cartelito tiene gracia: tuve que hacer dos versiones porque el tema de las naranjas ya lo había utilizado Raúl Vacas para el curso que da él (yo no lo sabía, o no lo recordaba porque el cartel era del año pasado), así que lo cambié usando limones. Este año está la cosa cítrica, pero dulce, como siempre.
23 de septiembre de 2006
Mis cursos de relatos
No escribo mucho estos días. Es que ando liado con la preparación del curso y de una cosa que se llama habilitación para poder convertirme en profesor Titular, o sea, con contrato de funcionario. Creo que es la única plaza de funcionario que merece la pena. En realidad estoy en excedencia de mi anterior trabajo fijo en la Universidad de Sevilla, de donde me marché jurándome a mí mismo que nunca volvería a caer en eso de buscar la estabilidad laboral. Me marché de la televisión antes de que llegara el momento de consolidar mi plaza (todos los que entraron conmigo son ahora trabajadores fijos, felices, con tripa y, la mayor parte, con dos hipotecas y dos coches, que en algo hay que gastar el dinero que allí se gana). Llegué a la universidad de rebote, por casualidad y todavía no termino de creerme que soy profesor. Tal vez por eso no me he puesto en serio a tratar de quedarme allí. Estos dos últimos años, sin embargo, me han enseñado que ser profesor te da otras oportunidades. No hay mucho dinero, pero sí tiempo libre, mientras que el tiempo ocupado en realidad te mantiene vivo, en contacto con gente joven y haciendo algo que, si te gusta como a mí, te hace muy feliz. En el tiempo libre puedo dedicarme a las otras cosas que me gustan como cantar, dirigir películas o actuar sin tener que preocuparme por convertir esas actividades en la fuente de mis ingresos, lo que a la larga suele terminar por pervertir cualquier expresión artística. Lo que no dejo de hacer son mis cursos de creación literaria y este año ya están convocados para octubre. El cartelito tiene gracia: tuve que hacer dos versiones porque el tema de las naranjas ya lo había utilizado Raúl Vacas para el curso que da él (yo no lo sabía, o no lo recordaba porque el cartel era del año pasado), así que lo cambié usando limones. Este año está la cosa cítrica, pero dulce, como siempre.
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