17 de noviembre de 2008

10 de octubre de 2008

Ciclo de cine: Nuevos formatos en Caixa Forum de Madrid


En este ciclo
se reflexiona acerca de las nuevas formas de hacer cine a partir de la introducción de la tecnología digital y las hibridaciones que se producen para dar paso a un cine más "artístico".

Nuevas enfermedades, nuevas realidades


El otro día le decía a los alumnos que la realidad o las realidades se crean usando, sobre todo, la lengua. Ponía como ejemplo algo que desde hace tiempo habia comentado con algunos amigos; la definición de nuevas enfermedades o, mejor dicho, síndromes (conjuntos de síntomas que se dan simultáneamente) para que alguien "invente" un tratamiento y nos lo venda a buen precio claro. Hoy EL PAÍS publica un reportaje sobre este tema.

9 de octubre de 2008

Exposiciones en la Fundación Mapfre


























Dos exposiciones interesantes en la fundación Mapfre. Una oportunidad para estudiar formas de ver el mundo y de pintarlo: Degas y pintores y escultores españoles de fin de siglo o de principio, según se mire...

Degas, el proceso de la creación

Entre dos siglos, España 1900

8 de octubre de 2008

Ciclo de cine y jazz - George Delerue - Instituto Francés de Madrid


Una oportunidad para ver películas muy interesantes con música de George Delerue, compositor relacionado con la Nouvelle Vague francesa. Será en noviembre, así que a apuntar en las agendas.

Filosofía del parque temático

Hablo con Sonia sobre Salamanca y sobre Madrid. Le cuento que noto algo diferentes a los alumnos de Madrid con respecto a los de Salamanca y ella me dice que es normal. En Salamanca viven EN la universidad y para la universidad cada minuto, en cambio en Madrid la universidad es sólo algo más en sus vidas. Tomo conciencia entonces de cómo yo mismo he olvidado mi metáfora del parque temático que un poco más adelante se explica. Me doy cuenta, además, de que los dos profesores que fuimos seleccionados como padrinos de la última promoción nos hemos ido de Salamanca y nos hemos venido a Madrid a trabajar. Javier Frutos está ahora en la Carlos III y yo en la URJC. ¿Qué andamos buscando? Yo, precisamente, quería que mi vida fuera más real, más orgánica y menos dibujo animado. Pero eso tiene su contrapartida: es más difícil crear la magia que en el parque temático está siempre a punto de brotar. La ilusión lucha por abrirse paso en medio de un entorno en el que los mensajes cruzados de la realidad devastadora (construida según unos intereses, como todas las realidades) pueden dar al traste con mi capacidad para levantar palacios en medio de las ruinas. Está bien saberlo para encarar bien la tarea de gritar cada día que ahí fuera no todo es oscuro, que es posible tener esperanza, que es posible cambiar el mundo cada minuto.
Rebuscando, he encontrado el discurso de graduación que dirigí a mis alumnos en Salamanca. Lo transcribo a continuación porque tiene mucho que ver con todo esto y porque igual alguno pasa por aqui y lo recuerda. Ya me gustaría que no se quedara tan sólo en bonitas palabras de un querido (supongo :-)) profesor que emocionan unos minutos y luego se pierden en mitad de la jungla de la vida.
Además, a un amigo mío de Cádiz le ha dado un infarto y está en coma. Lo que quiero decir es que hoy es un día raro en el que necesito saber que todo va a ir bien. Mis energías están con él.
Carpe diem, de nuevo.

El discurso:

Queridos alumnos:

En primer lugar tengo que decir que estoy agradecido por haber sido seleccionado junto a Javier para ser padrino de la promoción. Supongo que, como ha hecho Javier, me toca deciros unas doctas palabras. En mi caso, como dijo el torero, se hará lo que se pueda. Además, eso de ser padrino es algo así como ser padre y yo no tengo experiencia en el asunto. En lo que se refiere a hacer discursos, tengo algo más de experiencia, pero ya me conocéis y tampoco soy partidario de dar lecciones a nadie. Cada uno aprende por sí mismo a partir de lo que se encuentra en la vida, y los profesores, como ya Javier os ha contado, sólo somos mediadores, alumnos de un curso superior de la vida que no somos mejores ni más inteligentes que los estáis en los cursos inferiores. Podéis estar tranquilos, por otra parte, ya que voy a evitar la tentación de animar el discurso a base de hablar de mi vida sexual {que, por otra parte, conocéis bien gracias a mis clases. Quiero decir, que cuento en ellas detalles de mi vida para dar interés, no que en ellas se practique nada. Bueno, en fin, salgamos de este jardín...}

Cuando os marchéis de Salamanca diréis probablemente “¡qué buenos momentos pasé en la universidad!” Esto hay que matizarlo porque es mentira. Los buenos momentos los pasasteis en el Potemkin, en el Paniagua o en el Gatsbi, dependiendo de vuestros gustos, aunque todos al final termináramos, perdón, terminarais en un garito como el Pecados. Por supuesto, a los padres asistentes le tengo que tranquilizar: sus hijos nunca visitaron estos lugares, fueron sólo los hijos de los demás los que estuvieron allí.

La universidad os ha dado un título o dos, en la mayoría de vuestros casos. Esos títulos no certifican mucho. Simplemente que habéis superado una serie de pruebas que nosotros os hemos puesto para que demostréis ciertas capacidades que previamente han sido entrenadas. Ahora os toca salir al mundo para poner esas capacidades en marcha. Me gustaría que al hacerlo no olvidarais el espíritu que ahora os mueve, y no me refiero a que sigáis el mismo ritmo de fiestas, ya que vuestro hígado no lo resistiría probablemente sino que mantengáis la generosidad que todo universitario tiene, por más que en esta época la generosidad esté cada vez peor vista y se trate de inculcar que lo único que sirve es aquello que da dinero.

A menudo digo también que esta universidad es un parque temático tipo Disneylandia o Warner, en el que los profesores hacen el papel del pájaro Piolín o del Pato Lucas (y vuestra imaginación puede asignar el resto de los personajes a quienes os hemos dado clase) y vosotros el de usuarios del parque. Habéis estado en su interior durante dos o más cursos y ahora os toca salir. Algunos volverán a su casa satisfechos de haberse subido en las atracciones -un poco desvencijadas en algún caso, es cierto- y añorarán para siempre estos años. Otros habrán preferido pasear por los bares del parque y habrán hecho lo mínimo para titularse en ingeniero superior de norias y tiovivos. En cualquier caso se acaba la vida en este mundo ilusorio llamado Salamanca que, os voy a confesar el secreto, NO EXISTE. Todo ha sido montado por un mago que pretende que creáis que estos son los mejores años de vuestra vida, pero no es cierto. Los mejores años de vuestra vida están por llegar. Me gustaría que el brillo de estos años no os impidiera daros cuenta de que podéis construirla como os plazca, sin los condicionantes que los tristes y los agoreros os lanzan: “la vida está muy mala”, “hay mucho paro”, “tenéis que ser competitivos”. Intentad no hacerles caso. Ya sois competentes. No os hace falta ser competitivos o no al menos hasta el punto de olvidaros de ser solidarios. Hay que buscarse la vida, por supuesto -no soy un iluso-, pero no vendiendo todo vuestro tiempo y vuestra alma por una nómina que siempre estará por debajo de lo que os merecéis como personas. Si os vendéis por un plato de lentejas, al menos, como dice Javier Krahe en su canción Esaú, que las lentejas sean con chorizo. Y que el chorizo sea no una cifra de tres o cuatro ceros, sino tiempo. Tiempo para disfrutar con otros, tiempo -aquellos que la quieran- para dedicárselo a una familia, tiempo para imaginar, tiempo para convertiros en productores y directores de vuestra propia vida. Tened cuidado porque os van a decir que vuestra vida sólo valdrá en la medida en que se convierta en una cara superproducción de Hollywood muy espectacular, pero os recuerdo que siempre podréis hacer una película de esas pequeñas que se hacen con cariño y poco dinero, pero que tienen un excelente guión y que no necesitan superhéroes ni estrellas, ni llegar a ser las primeras de la taquilla para que todos sepan que son buenas, muy buenas, si no las mejores películas.

Por lo demás podéis escoger el género. A algunos les tira la tragedia o el drama pero son géneros muy sufridos y generan dependencias a veces terribles. Yo, que ya he pasado por los dos en mi vida os recomiendo que no perdáis el tiempo, y que os lancéis a hacer comedia que, desde el punto de vista de la dramaturgia no es aquella obra en la que uno se ríe a carcajadas, sino aquella obra en la que los errores tienen solución. Os diré otro secreto que guardan los que tratarán de convertiros en sus esclavos: los errores no existen. Son sólo datos. Datos para reconducir vuestra vida por donde queráis. No dejéis nunca que un error os paralice, o lo que es peor, que alguien lo utilice para que no podáis cambiar, para que la comedia no tenga un final feliz.

Este es mi deseo. Parafraseando a Mafalda, ojalá que el mundo no os cambie demasiado antes de que vosotros podáis cambiar el mundo.

Que podéis.


5 de octubre de 2008


Desde que no escribo en el blog han pasado muchas cosas. De hecho, no he escrito en el blog PORQUE han pasado muchas cosas. Primero, rodamos la película que estábamos preparando. Todo el mes de agosto lo pasé en Madrid, entre Tribunal y Tres Cantos, viajando diariamente con Sonia en una combinación de metro y cercanías. Dirigí, actué, produje y, sobre todo, me estresé. Conclusión: hacer largometrajes sin presupuesto es muy bonito y tal, pero a mí me deja extenuado porque me siento responsable del bienestar del equipo. Creo que ésta va a ser la última película que haga en estas condiciones. El proyecto Manhattan fue un tanto diferente porque, quieras que no, estaba la Universidad Rey Juan Carlos detrás pero Hollywood, la nueva película, ha sido un proyecto de Ramón y mío, con el apoyo permanente de Sonia, eso sí, y se ha notado el salto al vacío. De todas formas me quedo con la enorme alegría que ha supuesto trabajar con personas como Paco, nuestro dire de foto que se vino desde Cádiz; Alba, que se suponía que venía de becaria y que se implicó como una más; Álvaro, que también se vino desde Jerez a hacer de todo, sobre todo sonido; Montse, siempre atenta a las necesidades del equipo; Héctor, un hombre para todo; Laura, nuestra operadora de cámara; David, amigo de Paco que se incorporó a ayudar en lo que pudo; en fin, todo un equipo al que se agregaron los actores y actrices que fueron pasando cada día por el set. Ha habido momentos de tensión, pero los hemos superado y al final todos hemos quedado contentos. Pero la próxima, si es que la hay, será con tranquilidad para mí, o no será. No me gusta producir. Lo repito: no me gusta producir. O mejor dicho, no me gusta producir sin presupuesto. Lo dejo escrito aquí para recordarlo cuando me dé por hacer otra peli sin dinero.
Eso no es todo. A finales de agosto se confirmó que me contrataban en la URJC, o sea, la Universidad Rey Juan Carlos, así que el mes de septiembre ha sido de mudanza, cierre de vida en Salamanca y apertura de sucursal en Madrid. Llevaba buscando el cambio desde hace mucho tiempo así que ahora que escribo estas líneas ya instalado en la capital, casi no recuerdo el esfuerzo que ha supuesto reducir el tamaño de mi colección de objetos para poder pasar de vivir en un apartamento, a vivir en una habitación en piso compartido. Por suerte los padres de Sonia me han ofrecido la posibilidad de dejar algunas cosas en la parcela que tienen en las afueras de Salamanca, así que ya llevo aquí un par de semanas con las cosas más o menos ordenadas y muy ilusionado.
Ahora miro atrás y los ocho años que he pasado en Salamanca (cuatro con conciencia plena de estar viviendo allí si tenemos en cuenta que la primera fase en la ciudad la pasé entre cambios y viajes) se me han hecho muy largos. El último año casi no quería salir de mi casa, en el estado de melancolía ciertamente paralizante que me invadió. Ahora creo que estuve al borde de la depresión. Supongo que me libré de ella porque no debo de estar predispuesto genéticamente para sufrirla pero he pasado por momentos en los que he preferido encerrarme en la concha de mi apartamento. No es mi estilo, lo sé, y tengo claro que aunque no hubiera tenido esta oportunidad para trabajar en Madrid habría terminado marchándome. De todos modos he decidido olvidar las malas experiencias y el frío y pensar en las buenas personas y los momentos agradables que pasé en la ciudad, que también los hubo (sobre todo desde que apareció Sonia), ahora que todavía en octubre puedo ir en camiseta de manga corta algunos días por Madrid.
La foto que pongo en esta entrada es de la biblioteca del campus de Vicálvaro de la Rey Juan Carlos. Allí es donde doy clases ahora aunque estos primeros días en la capital los estoy pasando entre constantes visitas a la Biblioteca Nacional donde trato de terminar un capítulo de libro que me han encargado y que con tanta movida no he podido redactar en septiembre que era cuando tocaba hacerlo. En próximas entradas hablaré de mis clases en la universidad. De momento vale.

17 de marzo de 2008

Pedro Guerra, Jim Jarmusch, Internet y yo


1. No creo ser un mitómano de esos que se lanzarían sobre su ídolo para comérselo a besos o, lo que podría ser peor, matarlo para ser famoso por un día. Digamos que gestiono mis fansticidades de la mejor manera posible, reducióndolas a dos o tres personas a las que considero maestros en alguna de las artes que intento dominar. Uno de ellos, en el terreno de la canción, es Pedro Guerra. El otro día daba un pequeño concierto de presentación de su último disco, Vidas, en la FNAC de Callao en Madrid, así que me acerqué a verle. Como ya digo que no me gusta lo de la mitomanía, yo voy en plan "le escucho, le miro de lejos y luego me marcho como un señor". Esto tiene el problema de que no planifico la compra del disco con antelación para que me lo firme al final del recital. Así que henos aquí a Sonia (mi compañera) y a un servidor tras el concierto, corriendo por las escaleras del centro comercial para cazar un ejemplar del disco antes de que "Pedrooooo..." (en plan Penélope en noche de entrega de Óscares) se marche y me deje compuesto y sin firma. Por suerte, como soy un listillo sé que si me coloco en las cajas del final la cola será más corta a la hora de pagar, así que consigo llegar de los últimos a que Pedro, todo paciencia y tranquilidad, con gesto de quien ya sabe lo que son estas cosas, me firme el disco y luego ponga cara de póker amable cuando posa para la foto. La he recortado porque en plano general a los dos se nos nota cierta curva de la felicidad, a pesar de que somos, básicamente, delgados y no quiero hundirle la carrera a este hombre que ha tardado tantos años en labrarse su imagen.


2. Cuando voy a Madrid es habitual que coma con Sonia en un Frescco, que es una cadena de restaurantes con un buffet relativamente barato para lo que son los precios de la capital, en donde uno puede ponerse de lechuga hasta las orejas. De este modo aunque también se puede comer pizza y pasta hasta las mismas orejas, uno se siente como más dietético. Cosas de no alimentar en demasía la curva de la felicidad de la que antes hablaba. Bueno, pues estaba yo hoy mismo almorzando con Sonia en el susodicho de la calle Silva cuando ella me dice que mire al fondo porque le parece que ese que asoma por ahí es Luis Tosar. Yo miro y confirmo. Es Luis, sí, con un aire despistado de quien va a ese restaurante por primera vez y no conoce el ritual de "primero el plato de ensalada, luego la bebida, luego el pago, luego a la mesa y luego los platos calientes, los postres y el café". Ya estoy acostumbrado a ver caras conocidas por Madrid (no comentaré aquí mis fugaces encuentros en las colas de los cines, principalmente, con Juan José Millas, Javier Bardem, Fernando León de Aranoa o Boris Izaguirre, por poner unos cuantos), así que tras echarle un vistacillo vuelvo a la comida. Sin embargo, cuando me encuentro masticando un trozo de pizza en el apartado menos dietético de mi comida, vislumbro un rostro familiar en la cola de los platos calientes. Lo he visto en una película americana... Tal vez en... ¿Cuál era...? Y de pronto se hace la luz en forma de estanco de Manhattan en el que un personaje de Smoke (¿o era de Blue in the Face?) relata a cámara no sé qué cosa. Este tipo es ¡Jim Jarmusch! Se lo digo a Sonia que me mira con aire despistado. Hay nombres que a ella no le suenan. Ha visto varias películas suyas, pero no lo identifica, hasta que le digo que es el tío que ha dirigido una de las últimas películas que hemos visto en el sofá de su casa, la de Flores rotas. Luis Tosar y Jim Jarmush juntos en un restaurante buffet casi vegetariano, rodeados de otros individuos con pinta de estar trabajando en una peli... Decido entonces, en un acto de valentía, coger mi teléfono móvil de última generación para ver si me puedo conectar a internet desde la silla y ver qué se traen estos entre manos. Tras meter "Jarmusch" y "Tosar" en el Google se desvela el misterio que no es otro que la última película del norteamericano en la que también trabajan Óscar Jaenada y Bill Murray, al que durante unos minutos espero ver en la cola, pero nasti de plasti. Supongo que no está, por lo menos hoy. Flipo un momentito con las nuevas tecnologías que me permiten saber de todo sin preguntarle al de la barra si sabe algo de porqué comen allí gentes tan famosillas y tal. En fin, como mi afán mitómano no es, como dije, lo suficientemente exagerado, no me atrevo a pedirle al director de Dawn by law que me deje hacerme una foto con él, pero en una oportunidad que tengo, le robo una foto muy mala, mientras se aleja de la fila de platos calientes con un poco de pizza. La prueba de que no miento ahí va, y de verdad que ese tío que se ve borroso es el mismísimo Jarmusch. Tal vez me arrepienta algún día de haberle tenido tan cerca y no haberle dicho que se hiciera una foto conmigo. Con lo que eso mola...

11 de enero de 2008

RENFE y el error en la validación de la Regla de Negocio (PT47)



Desde hace más o menos un mes RENFE cambió su sistema de venta por internet. Hasta el momento uno compraba sus billetes y luego, en el tren, llevando sólo el localizador, el revisor se los daba en la mano. Ahora eso ha cambiado y uno tiene que imprimirse el billete antes de subir al tren. Hasta ahí nada que objetar. El problema me surgió cuando intenté cerrar un billete con vuelta abierta que había comprado. Antes, esto no se podía hacer por internet porque los billetes o se compraban cerrados o había que ir a cerrarlos a la taquilla, así que pensé: "qué bien que ahora pueda cerrar y cancelar y cambiar y todo por internet". Corta alegría.
Intento cerrar el billete. Tras pasar por las correspondientes pantallas me aparece una en la que el servidor proclama que hay un error (la imagen) y que naynay de la china. Que no me cierra el billete y que eso es lo que hay, después de dos o tres veces intentándolo. Como soy comprensivo pienso: "esto es que tienen el servidor caido para el cierre de billetes; bueno, pues como tengo que venir dentro de poco otra vez a Madrid me compro otro de ida y vuelta y ya los voy utilizando". Perfecto. Me da un nuevo billete de ida y vuelta sin problemas. Esta vez cierro la vuelta porque no quiero historias
Pero resulta que no tengo que volver a Madrid, cosas de la vida, y las vueltas caducan en 15 días, así que decido anular las dos vueltas: la que no me quiso cerrar y la que compré con el billete nuevo. ¡JA! Caí en la trampa. Ahora tenía dos billetes que no podía anular porque el servidor me seguía dando el mismo error tras una semana y habiendo probado con distintos ordenadores y programas (Firefox y Explorer ). Bueno, pues a llamar al teléfono ese 902 de atención al cliente.
Llamo y me dicen que sí, que están teniendo problemas que lo intente en unas horas que todo va a salir bien. Vale. Cuelgo. Lo vuelvo a intentar al día siguiente y estamos en las mismas. Vuelta a llamar. Me dice ahora el operador que de problemas en el servidor no tiene noticia. Le pregunto si puedo ir a taquilla a cancelar las vueltas directamente y me dice que no, que lo que internet ha unido lo tiene que separar internet y que ahora en RENFE la mano izquierda de internet no sabe lo que hace la derecha de las taquillas. Aquí empiezo a pensar que lo que han hecho es externalizar el servicio de venta por internet, de manera que billete que venden por la red ni se huele en taquilla y que luego la empresa que vende hace sus cuentas con RENFE o con ADIF o con quien sea y santas pascuas. Bueno, da igual, el caso es que el chico, muy amable toma mis datos y me dice que me llamarán al día siguiente. Me quedo satisfecho. Qué buenos son en el servicio de atención telefónica de RENFE. Tendrían que aprender los de otros sitios.
¡JA y JA! Al día siguiente yo esperando la llamada de un señor amable que me iba a dar la razón y a disculparse y... nada de nada. "Bueno", pienso, "igual es que con el lío que tienen en Barcelona están usando toda la potencia informática y telefónica del sistema para dar solución al caos y se les ha traspapelado un poco mi reclamaciòn". De todos modos, para asegurarme, vuelvo a llamar al servicio de presunta atención telefónica de RENFE. La chica que me atiende ahora, tras consultar, me dice que de mi reclamación nasti de plasti. "Confirmado", pienso yo "lo de Barcelona que trae más cola de lo que yo pensaba y está comiéndose la memoria del sistema informático". Bueno, no pasa nada. Además la chica que me atiende debe de pertenecer a alguna ONG tipo Teléfono de la Esperanza porque tras volver a repetirle mi odisea y darle de nuevo mis números de billete, localizadores y teléfono, casi llora conmigo diciendo que lo que ha ocurrido no tiene nombre y que por supuesto que toma nota de todo para que muy pronto me llamen y me den una solución a mis problemas.
De todos modos, por si acaso, envío un correo a venta_internet (el servicio de atención al cliente por cibercorreo) para contarles la cosa y que vayan preparando el asunto. Les digo que, si no pueden devolverme el dinero, que me den un billete gratuito para un día posterior. Pasa el tiempo... Caducan las posibilidades de cerrar las vueltas, desaparecen las referencias a mis billetes en mi perfil de usuario en la web de RENFE (lógico, ya que se supone que las he tenido que gastar)... No me llaman... No me llaman.... ¡No me llaman!
Llega la Navidad y me voy a Cádiz pensando que he perdido alrededor de veinte euros que se han comido los "errores informáticos" de RENFE. Lo dejaremos pasar... ¡Pero no! Cuando ya lo daba todo por perdido recibo un correo. ¿Es para decirme que con los datos que he dado innumerables veces por teléfono van a solucionar mi caso? Transcribo el correo que recibo:

Buenos días:
Estimado cliente, lamentamos indicarle que el cambio gratuíto para
posterior fecha es imposible de realizar, por lo que si nos envía el
localizador de su compra lo tramitaremos al departamento encargado del
estudio de su reclamación y posterior resolución.
Un saludo,
Vol 1109

Un poco mosqueado porque han pasado de mí todo este tiempo les respondo con este correo:

Estimado Señor (¿o señora?) Vol:
En primer lugar, le ruego que me indique su nombre completo, ya que me gusta tratar con educación a las personas a las que me dirijo y no creo que utilizar un apócope sea adecuado (he intentado imaginar a qué nombre puede responder Vol, pero probablemente tenga un nombre extranjero, por lo que no he seguido intentándolo). Suponiendo que su nombre no sea Vol. Si es así le ruego que me disculpe.
Los localizadores de los billetes ya los tienen ustedes en la base de datos, gracias a las seis llamadas que he hecho al servicio de atención al cliente donde tomaron nota de todas mis vicisistudes y me prometieron que me llamarían. Supongo que habrán perdido mi teléfono. Igual es que tampoco les ha funcionado bien el ordenador (¿tienen más de uno? Les recomiendo que si no es así piensen en comprar alguno más: créame si le digo que la atención al cliente igual subía desde nefasta a regular. Claro que ahora que lo pienso lo mismo han estado usando el único ordenador que tenían para resolver los problemas de la llegada del AVE a Barcelona. Es que me estoy quejando de vicio). No se preocupe que se lo vuelvo a dar: 659 79 51 57. Aunque lo mismo han hecho un outsourcing y quien recibe este correo está trabajando en Marruecos o en Argentina. Tranquilo, que le doy el prefijo internacional: 00 34 y luego el número del teléfono.
Aunque ahora que lo pienso igual también se les han estropeado los ordenadores a los operadores que tomaron nota de mi reclamación y lo mismo se ha borrado. Sí, claro. Eso va a ser. Ustedes serían incapaces de prometer que me iban a llamar y luego dejarme esperando cerca de un mes. Una empresa como Renfe no contrata a incompetentes para que lleven la atención telefónica al cliente. Les doy los localizadores de los DOS billetes que no pude anular por causa de SUS problemas informáticos:
Billete número xxxxx con localizador xxxxx(no me dejó cerrar la vuelta ni anularla).
Billete número xxxxx con localizador xxxxx (billete de vuelta que no me dejó anular. Le pongo también el número del de ida por si acaso lo necesitan: xxxxx y mismo localizador).
En fin, señor (¿o señora?) Vol, quedo a su disposición

Lo envío y me quedo pensando... Vol 1109... Vol 1109... Hum... ¿Qué otro nombre me recuerda....? Mi cerebro lucha por sacarlo a la luz y por fin... ¡HAL 9000! ¡El robot de 2001 Una odisea del espacio! Lo vi entonces claro. La respuesta a mi reclamación la estaba tramitando un pariente del maquiavélico y defectuoso robot de la película. O sea, que las máquinas se han hecho con el control del servicio de atención al cliente de RENFE y son ellas las que tratan probablemente de destruir a los seres humanos para que las máquinas puedan vivir en paz. A mí ya me da lo mismo, porque con el tema del cambio climático nos quedan dos días a los humanos y a las máquinas, pero es que en el interín van a andar fastidiados todos los que traten de usar la web de RENFE. Para andar así que tomen el poder de una vez, pero que no anden torturando, la verdad.
Por cierto que, para evitar que la máquina se mosquee, le he mandado otro correo después que dice:

Estimado Vol:

Me he dado cuenta de que quizás le he ofendido con mi correo anterior, ya que tal vez no sea usted humano y piense que soy un soberbio al considerarlo así. He estado pensando y tal vez sea usted un pariente lejano de HAL 9000 (nos entendemos ¿eh? ;-)). Créame que si así fuera me sentiría muy honrado de estar compartiendo un diálogo con alguien que lleva los genes de tan insigne y famosa máquina. Confírmeme en su próximo correo si me equivoco. Me corroe la impaciencia.
Un saludo.

Es que tampoco tengo ganas de que se me presenten en la puerta de mi casa un par de C3POs con ganas de aflojarme las tuercas. Así igual saco un amigo y hago una película del espacio con personaje popular por la cara.

Ya contaré lo que me responde Vol...