8 de febrero de 2010

¡Pírate, frustrado!

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Me encontré este cartel hace unos meses en el metro. Hasta ahora estaba acostumbrado a encontrarme anuncios en los que se presumía de la mejor calidad de un producto o de la mayor riqueza de alguien (generalmente un personaje con el que debía identificarme si la publicidad estaba bien dirigida). Este anuncio es muy diferente porque ha dejado de hablar del terreno habitual de la publicidad (el presente) para empezar a vendernos algo nuevo (la posibilidad de un futuro). Ojo con el matiz. No se trata de que se nos prometa algo que se cumplirá si tenemos tal o cual producto (el futuro). Eso también lo hacen algunos anuncios. Ahora se trata de vendernos el terreno de lo posible (la posibilidad del futuro). Da igual lo que tengas o lo que vayas a tener con seguridad. Yo tengo más posibilidades que tú y eso no puede comprarse. Ese terreno de la expectativa es el terreno de la juventud, el terreno de los que todavía no son nada y que tal vez pueden ser algo en el futuro porque, a priori, sus expectativas son mejores. Como yo soy de los que desconfían del profundo significado de los eslóganes publicitarios relaciono esa imagen arrogante del éxito posible con el desprecio que se muestras contra quienes no tienen tantas expectativas de forma concreta y real, contra los que por edad, por circunstancias o por lo que sea, da la impresión de que no saldrán del hoyo sin antes pasar por muchas dificultades y me asusta la falta de solidaridad, de “ahí te las den todas” que rezuma este anuncio.

También me da por pensar en los mercados de valores. Sin duda este anuncio es hijo de la especulación porque lo que se vende en bolsa en estos días de crisis (y desde mucho antes) no son los valores reales, lo que puede ofrecer de verdad determinada empresa, sino sus expectativas (eso que se llama mercados o contratos de futuros). En ese terreno de la expectación, de la posibilidad, se mueven estos mercados donde se crio la crisis de la que tanto se habla. Incluso pienso que si la crisis no se va es porque desde todos lados nos dicen que nuestras expectativas son peores que las de los demás. Y nosotros nos lo creemos. Divertido, muy divertido que aquellos que no adivinaron la llegada de la crisis ahora adivinen la no llegada de la recuperación. Tampoco soy de los que dicen que la crisis se esté terminando pero esos oráculos de la economía tienen para mí la misma credibilidad que hace tres años, la misma que le doy ahora mismo a la Bruja Lola cuando hace sus predicciones.

5 de febrero de 2010

La extraña fascinación por la ortopedia

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No puedo evitarlo: cada vez que paso por delante de una ortopedia me quedo fascinado delante de su escaparate, mirando los extraños objetos antropomorfos. Imagino que cada uno de ellos es, en realidad, un fragmento amputado a un cuerpo real que se ha convertido en metal o madera y que ahora se ofrece para aliviar sufrimientos o para que otros amputados recuperen al menos la forma que deberían tener sus miembros ausentes dentro de la chaqueta o el zapato. Esta es una ortopedia podológica. Que se dedican al pie, vamos, y el pensamiento vuela alrededor de la idea de que cada uno de esos pies de factura diversa es, en realidad, un recuerdo de la tortura a la que se ven sometidos quienes necesitan utilizar este tipo de aparatos. Pienso en cuántas personas estarán doliéndose ahora de sus pobres pies y mientras me voy alejando del escaparate descubro un pequeño dolor en la planta de mi pie derecho. Empiezo a cojear un poco, mientras un escalofrío me recorre al recordar ese pie abierto en dos por efecto del tornillo que lo atraviesa, el último que miré antes de empezar a caminar…