30 de mayo de 2011

Algunos peligros para el movimiento 15M


Esta entrada me está resultando difícil de redactar. Por un lado no quiero que parezca que me he abonado a las tertulias de Intereconomía (¡cielos, eso sí que no!) pero por otro, después de pasar por las asambleas y reuniones de sol durante varios días y haber conocido la decisión de prolongar la acampada no puedo dejar de notar algunos peligros para el movimiento 15M que dejo aquí, como siempre, para la reflexión.

1. El exceso de lo que yo llamo burocracia asamblearia. Esto no es nuevo y quienes hayan vivido algún tipo de movimiento asambleario sabrán de qué hablo. Consiste en que al no haber una estructura predefinida para llevar adelante el trabajo de discusión, las reuniones se eternizan entre peticiones técnicas (cuestiones de procedimiento las llamábamos en las asambleas de finales de los 80) que derivan al final en dilucidar si se discutiría el modo de discutir la discusión y si eso daría lugar a una discusión posterior para discutirlo. Otro de los peligros, relacionado con este, es que las asambleas terminan siendo dominadas no por los que tienen algo que decir, sino por los más hartibles (que decimos en Andalucía = cansinos), que a veces no lo son por una cuestión de personalidad mál formada, sino por intereses más o menos ocultos.

2. La falta de objetivos claros. Esto se aplica, sobre todo a la acampada en Sol. Al no existir un convocante definido de la acampada, cada uno planta su tienda y defiende sus fines con los correspondientes cartelitos. La consecuencia es que aunque parezca que todos quieren lo mismo (bueno, sí, se ha llegado a propuestas de mínimos en las asambleas pero eso no es lo que transmite la acampada en sí), cuando uno pasea por Sol tiene la impresión de encontrarse en una especie de zoco de las reivindicaciones, en el que unos piden la instauración de la tercera república, otros que no se desaloje la Cañada Real y otros que se imponga la tasa Tobin. Por supuesto, hay elementos comunes entre algunos de esos grupos (¿quién no puede estar de acuerdo con que la entrega del piso cancele la hipoteca?) pero apuesto a que no hay ni una sóla persona que esté de acuerdo con todos los objetivos de todos (entre otras cosas porque algunos son contradictorios). Por otra parte, se puede dar la impresión a los ojos de quienes pasan por Sol de que el movimiento 15M le da la misma importancia a la discusión de los fines de ATTAC que a decidir qué se hace ante el inminente fin del mundo y el advenimiento de la era de acuario en el año 2012 o a discutir las relaciones entre las profecías y los atentados del 11S (y no me invento ni una de las propuestas).

3. El sentido de la acampada. El punto anterior me lleva a preguntarme por el sentido de la acampada. Yo entendía que este movimiento era un movimiento de ideas, de discusión, de promover un cambio en toda la sociedad. La acampada tenía un sentido de punto de partida para llamar la atención pero, una vez llamada esa atención, lo importante no es el símbolo, sino lo que el movimiento ha activado. Mantener la acampada me da la impresión de que lo único que hace es establecer una especie de nirvana aislado del mundo exterior donde quienes lo habitan se sienten muy a gustito.

4. La ruptura con el sistema constitucional. Metafóricamente hablando, creo que hay dos posturas básicas ante nuestro sistema: o bien es un sistema podrido que hay que tirar a la basura orgánica para que termine de pudrirse en un sitio donde no huela mucho o, en otro sentido, es algo así como una botella de vidrio demasiado usada que empieza a estar sucia (o que tal vez lo ha estado un poco desde siempre) y que hay que introducir en un crisol para reciclarla de manera que recupere su esplendor en la misma forma de botella, pero nueva. No soy sociólogo pero me da la impresión de que la mayor parte de los ciudadanos, entre los que me encuentro, están en la segunda de las opciones cuando hablan de que quieren democracia real ya. La sociedad española no quiere una revolución en el sentido tradicional del término. Solo quiere que esta democracia funcione. Es imperfecta, vale, pero tiene el valor, como mínimo, de haber dado a los ciudadanos de este país la oportunidad de expresarse libremente, como lo están haciendo los que están (o estamos, si es que no me termina de echar) en el movimiento 15M. El hecho de que la presión de los poderes económicos mundiales sirva de excusa a los gobiernos para aplicar medidas socialmente injustas no puede servir, a su vez, de excusa a unos cuantos de los participantes en el movimiento para aprovecharse del conjunto y decir que toda la democracia española es un error y que debe ser machacada.

5. La soberbia y la prepotencia. Estos dos defectos se manifiestan en algunas personas en forma de conocimiento superior sobre lo que necesitaba la pobre sociedad alienada por los medios de comunicación. Quienes no estén de acuerdo con ellos son borregos a los que hay que adoctrinar o reeducar, cuando no enemigos acérrimos a los que hay que reprimir o, en el mejor de los casos, no escuchar. Por suerte no es la actitud predominante en el movimiento 15M, pero algunos ejemplos he visto, por lo que hay que tener cuidado. Algunas de estas personas aparecen como defensoras de ideales presuntamente guays del Paraguay y ante los que cualquier crítica te lanza directamente a la lista de los cavernarios/reaccionarios. La consecuencia más grave sería una especie de espiral de silencio entre quienes rodean a estos presuntos alternativos para no ser excluidos del nirvana del que hablaba antes. Otra cara de esta moneda sería considerar que las minorías tienen más derecho que la mayoría a manifestarse y ejecutar acciones en el ámbito de lo ciudadano. La auténtica democracia respeta y defiende a las minorías pero sería un contrasentido que asumieran el gobierno de la mayoría porque entonces estaríamos convirtiendo nuestra democracia, paradójicamente, en una oligarquía aristocrática (entendiendo por aristócrata a cualquier listillo que consiga hacerse un huequecito de poder).

No dejo de pensar que este movimiento ha despertado muchas conciencias dormidas pero creo que debería concretarse en propuestas factibles que se llevaran a los foros donde se deciden, al menos por el momento, las cosas. Es posible que consigamos que un espíritu más social y solidario reine en las decisiones de los gobernantes y que incluso dentro de algún tiempo todos podamos decidir mediante sistemas impensables en este momento. Para eso creo que hemos empezado a trabajar. Sería una pena que, dentro de poco, quienes participaron con ilusión en los inicios del movimiento se volvieran a su casa sin querer saber nada de él y con pocas ganas de volver a participar en movilización alguna. Es un lujo que no nos podemos permitir.

22 de mayo de 2011

El final de un experimento


No soy un experto en economía. Mis pequeños conocimientos se los debo a Radio Nacional, donde Paco Álvarez, economista de larga experiencia, hace unos microprogramas muy instructivos en Radio 5 y participa en el programa No es un día cualquiera. Tiene además un blog imprescindible que leo de vez en cuando: no le digas a mi madre que trabajo en bolsa. Francisco Álvarez no es ajeno a otro de los lugares que me han educado en esto de la economía: ATTAC, la entidad que promueve la puesta en marchad de la llamada tasa Tobin, ese impuesto que debería cargar las transacciones bursátiles especulativas.

El otro día, mientras escuchaba a Paco Álvarez hablar de economía en su sección del programa de Pepa Fernández, me surgió la idea de que lo que se estaba haciendo en este momento con la economía era, en realidad, un inmenso experimento. Un experimento en el que se estaba estudiando cuál era la capacidad de aguante de los ciudadanos europeos y cuál su capacidad de participación política en la toma directa de decisiones. Hasta ahora el experimento estaba demostrando que tenemos un cinturón de un millón de agujeros y que si alguien decía que tenemos que sacrificarnos más (al decir alguien quiero decir una de esas agencias de calificación, bancos centrales y organismos internacionales dictatoriales, dirigidos por hombres y mujeres sin escrúpulos que están muy preocupados porque los beneficios no crecen todo lo que ellos querrían…), lo hacíamos sin rechistar. Yo asistía impávido, como todos, al triste espectáculo de un presidente diciendo que tomaba las decisiones porque no le quedaba más remedio y un protopresidente diciendo que no se tomaban las decisiones con la rapidez necesaria (=con la rapidez que le exigían esos organismos dictatoriales... etc.) y me preguntaba hasta dónde estaban dispuestos a continuar con el experimento.

Los medios de comunicación no iban mucho más lejos. Como yo no veo la tele desde hace unos siete años (bueno, tengo que ponerme al día de vez en cuando para dar mis clases, pero nada más), cada vez que tengo la oportunidad de echarle un vistazo percibo claramente la diferencia entre lo que se cuenta y lo que se oculta, y no porque yo sea muy listo, sino porque no estoy expuesto al masajeo continuo de lo que los medios deciden que son los ‘temas de actualidad’. Lo que me encuentro en el 99% de los casos (exceptuando los programas citados y algunos de Radio 3 de los que hablaba en mi anterior entrada -a los que me temo que les quedan dos telediarios si es que siguen en esa línea, ganen los que ganen-, y algunos otros en lugares más pequeños y con menos capacidad de difusión que los medios más seguidos) es un periodismo servilista entregado no ya al poder, sino al estado de la cuestión que han decidido esos mismos ‘alguien’. Este poder, el de decidir de qué se habla y de qué no se habla es, desde mi punto de vista, el más potente de todos. Es como cuando en una reunión de la comunidad de vecinos un grupo consigue que solo se hable de los ascensores y de la piscina impidiendo que se piense en la posibilidad de hablar de las cubiertas, que a lo mejor son las que están peor, mirando con desdén o incluso con mofa a quienes tratan de apuntar al ruinoso estado del tejado. Pues esto es lo que vienen haciendo nuestros telediarios: se habla de bancos centrales, de agencias de calificación, de mercados pero no de ciudadanos, de posibilidades de participación, del nulo derecho que tienen esos mercados, esas agencias, esos bancos, a decidir sobre nuestro futuro como sociedad.

Hasta que llegó el 15M.

El 15M, por encima de las críticas que se le puedan hacer a su organización, sus fines o su legalidad ha supuesto un corte en ese masaje cerebral que tanto los políticos como los medios nos estaban dando. Para mí, el efecto más rotundo de esta movilización ha sido lo que algunos poetas llamarían un aldabonazo en las conciencias. Desde el 15M no puedo ver información política en la televisión (cuando tomo café en los bares, no vayan a pensar que he dejado la sana costumbre de no verla) sin pensar que estoy asistiendo a un simulacro. Veo mítines, veo declaraciones, veo líderes y todo me parece de cartón piedra, como en una telenovela tipo Amar en Tiempos Revueltos o Cuéntame con personajes estereotipados en tramas un tanto ortopedicas. También desde el 15M, hasta los decorados de los telediarios me parecen sacados de una película de ciencia ficción y les concedo la misma credibilidad que a una secuencia de la Guerra de las Galaxias: me divierten pero al terminar la película sé que C3PO no me espera a la vuelta de la esquina. Los periódicos y la radio tampoco se salvan de la quema pero, tal vez porque soy un romántico, encuentro en ellos rincones por los que se escapa de vez en cuando y cada vez con más fuerza un cierto aroma a cambio.

Desde el 15M ya no es posible que siga el experimento del que hablaba al principio porque las cobayas se han rebelado contra los científicos locos que estaban a cargo del laboratorio y han empezado a tomar decisiones. Los resultados de las elecciones de hoy no pueden responder todavía a ese tiempo nuevo. Da igual. Lo que importa es que el diálogo ha tomado la calle y la conciencia se empieza a despertar del coma inducido al que había sido sometida. La nueva ola ha empezado y sus efectos se verán a más largo plazo. Ahí va mi apuesta: las elecciones generales del año que viene traerán muchas sorpresas...

19 de mayo de 2011

Inteligencia, estupidez, violencia y Sol

1.Inteligencia: Estoy haciendo un curso de novela (para escribirlas, no se trata de que hagamos piruetas en mitad del patio) en la Casa Encendida con Jimina Sabadú, una escritora joven, razonable e inteligente, cualidades que no suelo encontrarme unidas muy a menudo. Sólo dura una semana pero me está sirviendo para tomar fuerzas y generar ideas alrededor de un proyecto de novela que tengo. Al terminar el curso, he devuelto llamada a Ramón para irnos a la Puerta del Sol.

2. Estupidez: Antes Sonia me ha puesto una de las conversaciones más estúpidas que he podido escuchar sobre las movilizaciones de Democracia Real Ya.



Tertulianos. La peor especie de seres entre el periodismo y la nada, que sin saber de qué hablan dicen lo que les da la gana. En este caso pagados por nuestro bolsillo. Estos dos "periodistas" (todavía lo pongo entre comillas porque creo que quedan de los de verdad, que no son así) no están más documentados sobre los fines de Democracia Real Ya que el dueño del bazar de la esquina de mi casa pero aún así se atreven a soltar opiniones de asiduo al casino del pueblo que, gracias a hacerlo desde Radio Nacional de España, escuchan millones de personas. Este tipo de individuos son los que nos obligan a seguir un curso de desactivación de explosivos ideológicos cuanto antes. Menos mal que luego hay quien pone de manifiesto su soberbia y su ignorancia. ¿Era tan difícil haber escuchado la entrevista de la noche anterior en la misma emisora con Natalia Muñoz Casayús? O algún programa de Radio 3, Hoy empieza todo, o Carne cruda, pongamos por caso, a ver si se les caía un poco de caspa y se enteraban de qué va esto.

3.Violencia. Llegamos a Sol. El ambiente es impresionante. Hace muchos años que no veía algo así. Aquello huele a gente que quiere hacer algo, cambiar las cosas. Como escuché a Natalia tengo clara cuál es la reivindicación principal de este movimiento no violento y completamente razonable pero una vez en la plaza me encuentro con los mismos de siempre que quieren rentabilizar las movilizaciones y que están a años luz del concepto 'democracia'. Dos perlas: un cartel muestra un verdugo accionando una guillotina que corta la cabeza a una persona con la leyenda 'palestino' (si, yo también alucino) en el caso del verdugo y 'Botín' en el caso del decapitado. Como la pena de muerte me da asco, decido que el cartel me da asco también por muy poca simpatía que yo sienta por Botín. La segunda perla: pasa un grupo de chicos repartiendo fotocopias. Tomamos una de ellas. Leo lo que dice el papelito. Se habla de destruir el sistema, de atacar bancos, comercios y, esto ya lo supongo yo, de destruir la civilización occidental e irnos al campo a cultivar cebollinos y beber leche de cabra mientras practicamos el amor libre y la fraternidad universal. Eso los que sobrevivan, pero como soy un tipo suspicaz temo que los que pretenden que queden vivos son ellos y sus amiguetes. Tampoco me hace gracia eso. Me suena que hubo un señor hace unos años en nuestro país que pensaba igual. Lo malo es que estaba en la cúspide del poder. Ahora no es el caso, por suerte.



4.Sol. Casi a la vez, se levanta un grupo de jóvenes que está al lado con reivindicaciones no violentas y respetuosas con todos los seres humanos, sean cuales sean sus ideas, incluso Botín y todos aquellos a los que queramos considerar causantes de nuestra desgracia actual, que me permitiréis que yo sitúe en algún paraíso fiscal, lejos de nuestras fronteras mientras se ríen de nuestras movilizaciones y de todos los títeres contra quienes cargamos mientras ellos se dan la vida padre. Da igual. Si prospera lo que hay de fondo en esta movilización les esperan tiempos no tan buenos (no me hago demasiadas ilusiones, igual pierden unos cuantos millones pero no dejarán de ser quien son). Lo importante es que los jóvenes que se levantan con esos carteles improvisados en fotocopias quieren tener un futuro para poder vivir mejor que sus padres y ser todo lo felices que puedan, siendo también lo más solidarios posible con quienes no tienen lo mismo que ellos. Quieren tener la posibilidad de jubilarse a una edad razonable con una pensión suficiente. Quieren poder tener hijos y darles una buena educación y tener una buena sanidad pagadas con sus impuestos y gestionada por el estado. Quieren una vivienda digna, un trabajo digno. No llevan escritas palabras altisonantes en sus carteles para adjetivar sus reivindicaciones ni pretenden que nadie vaya a la hoguera, a la horca o al paredón. Simplemente quieren más democracia y quien quiere más democracia no puede ser acusado de querer destruir el estado, de querer vivir del cuento o de ser un insolidario. Quieren, en definitiva, que se cumpla la Constitución, que dice en su artículo primero:

España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.

Yo que, gracias a la indefinición de la palabra, que no a mi falta de pelo, puedo llamarme joven, tal vez quiera eso mismo o algo parecido (a estas alturas me conformo con menos, por una cuestión de austeridad, pero defiendo al que lo quiere todo). En cualquier caso, no creo que quienes están en sol pidan nada desorbitado. Sólo defienden lo social, lo democrático, el Derecho, la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. De momento, yo propongo que empecemos por lo último, que parece lo más sencillo (aunque no lo sea): reformemos la ley electoral y dejemos que el plurarismo político deje de ser una parodia bipartidista. Y que empiece a salir el sol.