5 de febrero de 2010

La extraña fascinación por la ortopedia

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No puedo evitarlo: cada vez que paso por delante de una ortopedia me quedo fascinado delante de su escaparate, mirando los extraños objetos antropomorfos. Imagino que cada uno de ellos es, en realidad, un fragmento amputado a un cuerpo real que se ha convertido en metal o madera y que ahora se ofrece para aliviar sufrimientos o para que otros amputados recuperen al menos la forma que deberían tener sus miembros ausentes dentro de la chaqueta o el zapato. Esta es una ortopedia podológica. Que se dedican al pie, vamos, y el pensamiento vuela alrededor de la idea de que cada uno de esos pies de factura diversa es, en realidad, un recuerdo de la tortura a la que se ven sometidos quienes necesitan utilizar este tipo de aparatos. Pienso en cuántas personas estarán doliéndose ahora de sus pobres pies y mientras me voy alejando del escaparate descubro un pequeño dolor en la planta de mi pie derecho. Empiezo a cojear un poco, mientras un escalofrío me recorre al recordar ese pie abierto en dos por efecto del tornillo que lo atraviesa, el último que miré antes de empezar a caminar…

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