28 de octubre de 2005

África. Una conversación

Entra en escena el Hombre 1. El Hombre 2 está sentado resolviendo problemas (de física, de matemáticas...).

Hombre 1: Buenos días.

Hombre 2: Buenos días. Usted me dirá.

Hombre 1: Que me he enterado de que van ustedes a promover el desarrollo de África.

Hombre 2: Claro, claro. Es que queremos evitar las oleadas de inmigración masiva esas que quedan tan mal en la tele.

Hombre 1: Ya, ya, si yo le comprendo pero estoy muy alarmado.

Hombre 2: Pues no debería amigo mío. La solución está en marcha. Vamos a hacer que África tenga industria, empresas, capitalismo, televisión y muchos anuncios con sus propios productos y sus propios actores para convertir en ciudadanos de primera categoría a esos que ahora son sólo habitantes indígenas de países pobres. Así no se quedarán embobados viendo nuestras televisiones vía satélite y se les quitarán las ganas de venir aquí a malvivir vendiendo en el top manta o trabajando casi como esclavos.

Hombre 1: Pero si eso es lo que me preocupa, precisamente.

Hombre 2: ¿Cómo?

Hombre 1: Vamos a ver: si usted ayuda a que haya industria en los países pobres de África la gente se va a quedar a trabajar allí y no va a querer emigrar. ¿Cómo consigo yo entonces ser competitivo si no tengo a mi disposición a cientos o miles de inmigrantes que trabajen por dos céntimos y estén dispuestos a vivir en las peores condiciones? ¿Sabe usted lo que va a pasar? Que la fruta la va a recoger Rita, o vamos a tener que ponerla por las nubes para poder pagar los sueldos que cobra la gente legal y no le digo nada de lo que va a subir el coste de las construcciones si le tenemos que pagar a todo el mundo lo que pone en los convenios.

Hombre 2: Ya, pero yo tengo que dar la impresión de que estamos luchando contra la gente como usted que explota a los trabajadores de un modo inhumano.

Hombre 1: No se está enterando. Si damos industria a África van a empezar a producir a un precio mucho más barato que nosotros porque su mano de obra es baratísima. Y no me diga que les freiremos a aranceles. Ya ve usted lo que pasa con China, que al final nos inunda con ropa barata y el pobre de Adolfo Domínguez va a tener que pedir limosna dentro de poco.

Hombre 2: Hombre, pues ahora que lo dice...

Hombre 1: ¿No ve que si dejamos que África tenga industria propia los de aquí vamos a perder competitividad? Tiene usted que dejar de lado esa idea de industrializar a África. Es mucho mejor explotar a un pobre dentro de nuestra casa que competir con un igual que está fuera.Además, así fomentamos la xenofobia y el odio contra los extranjeros y promovemos los sentimientos más bajos de la gente para que no piensen demasiado.

Hombre 2: Es usted muy listo. Tiene razón. Con el miedo metido en el cuerpo la gente suele ser dócil.

Hombre 1: Eso es. Si quiere, de cara a la galería, para que parezca que estamos haciendo algo por esos países, vamos a externalizar la producción de alguna empresa de este país, haciendo que se fabrique allí y pagando sueldos que para nosotros serían de miseria pero que para ellos es lo mejor a lo que pueden aspirar. Así parecerá que los estamos ayudando a desarrollarse aunque, eso sí, los beneficios vienen para nosotros otra vez.

Hombre 2: Hombre, visto así... Además, que ahora que lo pienso tanta industria en un sitio tan salvaje como África lo mismo es malo para la ecología. Hay que evitar la contaminación del planeta ¿no?

Hombre 1: Estamos de acuerdo. La ecología es lo primero.

Hombre 2: No sabe el peso que me quita de encima.

Hombre 1: No sabe el peso que me quita de encima.

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