Macarty es un personaje de Cádiz. Es, y no era, porque el personaje no muere. Es más, me atrevería a decir que sólo desde que cayó enfermo, muchos nos dimos cuenta de que había un señor que pasaba desapercibido detrás del subidón de energía que daba ver a su otro yo, llevando cafés con leche por todo el mercado de abastos de Cádiz. Yo le veía siempre dando vueltas con la bandeja llena, o saliendo con el coro carnavalesco de La Salle Viña, que ensayaba enfrente de mi casa de Cádiz. Era una persona sencilla en todos los sentidos. Desde luego lo era en el trato y, por otra parte, Macarty no murió rico precisamente. Si hoy hago esta nota necrológica no es tanto porque me apene que muera (que sí, que me apena, por supuesto), sino más bien por ese trozo de infancia que también se va a la tumba con él. Cádiz va dejando de ser lo que era, la ciudad pequeña, llena de gente con pocos recursos, en la que se desarrollaba un humor maravilloso y unas ganas de vivir inmensas. Una vez que se marchen todos los personajes populares (espero que la Uchi permanezca muchos años entre nosotros), se borrará definitivamente la huella de una época en la que todos compartíamos lo poco que teníamos en lugar de luchar por lo mucho que se nos promete.
Fotografía publicada en el Diario de Cádiz.
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