13 de diciembre de 2010

Poniéndome al día

Sigo hoy con esta serie de dos entradas dedicadas a poner al día lo que se me ha ido acumulando en las carpetas. Estas acumulaciones tienen un efecto aniquilador: como son varios los elementos a comentar no los desgloso como debería y lo que en mi imaginación iba a ser un compendio de sabiduría y buen humor se queda en pequeña huella de un encuentro. Vale de todos modos. Tampoco vamos a intentar ser Einstein todos los días…

Asómate a la realidad

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¿Para que me paso la vida diciéndole a los alumnos que la realidad se construye, que lo real es inaccesible y que sólo lo podemos entender si lo pasamos por el filtro de nuestro entendimiento (y poniéndonos wittgensteinianos, de nuestro lenguaje) si vienen los señores de EL PAÍS (como les gusta escribirlo a ellos) a decir que uno puede asomarse a la realidad como el que se asoma a una ventana? Si la realidad es una construcción, asomarse a la realidad viene a ser como asomarse a un patio interior, a una ventana que, todo lo más, da a otra ventana. Peor todavía si ese eslogan se usa para publicitar una colección de documentales porque otra cosa que trato de mostrar a mis alumnos es que los documentales, en tanto obras cinematográficas, son construcciones, basadas en aspectos de la realidad, pero construcciones al fin y al cabo y, por lo tanto, ficciones en su última forma. Supongo que para los que intentan mantener un cierto poder mediático (todos los medios y conglomerados de medios tradicionales, por otra parte), es necesario seguir perpetuando la falacia de la objetividad periodística pero a quienes mantenemos que la realidad, en tanto construcción, no puede ser dejada en manos de los periodistas o los políticos, como profesionales de su diseño nos gustaría encontrarnos de vez en cuando con alguna muestra de modestia, con alguna señal que nos anunciara que los medios, ya que no los tiempos, están cambiando…

El anuncio parásito

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El anuncio parásito no suele darse con asiduidad pero a veces invade los anuncios normales. Se trata de un tipo de anuncio escrito a mano con ortografía generalmente de cuaderno Rubio (aunque en este caso no parece haber pasado de los primeros números) y con un enunciado escueto, lo que da a entender que el que lo pone no está para tonterías, además de tener mucho tiempo libre para pasear garabateando los carteles ajenos y ser un rácano que no quiere gastarse ni un duro euro en fotocopias. Eso sí, la artesanía es admirable…

Tarantino y Batman

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¿Soy el único al que le chirría esta mezcla vista en un cartel promocional de una película?…

El gran salto

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Esto es lo que tiene hacer inteligentes metáforas sin pararse a pensar en las posibles interpretaciones teniendo en cuenta el contexto. De nuevo un ejemplo que habla más de la mente del anunciante que del perfil que se busca como público objetivo del anuncio. No creo que haya que ser muy desquiciado para ver en esa mancha de color blanco debajo de los cuerpos de los jóvenes que se arrojan al vacío, no una piscina, sino el duro suelo donde se estrellan sin piedad…

Edición limitada

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Este anuncio me gusta porque muestra a las claras que lo que nos venden las cadenas de comida rápida no es precisamente comida, sino otra cosa. Lo que importa no es lo que va dentro del cartuchito sino el cartuchito en sí. ‘Edición Limitada’, pone el cartel. Digo yo que una  tortita mexicana rellena de un trozo de pollo frito y lechuga no se parece en nada a la edición facsímil del Quijote o a la colección de otoño-invierno de Gucci, pongamos por caso. Tampoco creo que los de KFC pretendan ponerse a la altura de un Ferrá Adriá preparando un plato que solo podrá degustarse por tiempo limitado en su restaurante aunque solo sea porque las tortitas y el pollo frito llevan inventados un rato (bueno, tal vez teniendo en cuenta el adobo del pollo podamos emparentar a KFC con Adriá: seguro que ese adobo también se diseñó en un laboratorio). Lo único limitado aquí es ese envoltorio hortera que le da a esa comida el tradicional el toque de distinción multicolor que por supuesto todo cliente de ese restaurante espera. A fin de cuentas ¿quién entra en esos sitios por la comida en sí?

PD: Para evitar comentarios del tipo “yo sí entro porque me parece que el pollo frito de KFC es mejor que el paté de cabracho” admito que, como dijo el torero, tiene que haber gente para todo…

El término no marcado

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Cada vez que me subo al metro o al autobús no dejo de fijarme en los cartelitos y los iconos que nos informan de nuestros deberes ciudadanos mientras estemos dentro del sitio en cuestión. En este caso me fijo en el cartel que señala la preferencia de uso de asiento. Hay algo que me llama la atención. Veamos: el uso de muletas y bastón se caracteriza con un icono masculino (no voy a explicar el porqué pero creo que estarán de acuerdo en que es así), mientras que llevar a un niño en brazos o estar embarazada se muestra con iconos femeninos. No voy a hablar del último, puesto que hasta que no puedan quedarse embarazados los hombres esos iconos tendrán que ser necesariamente femeninos. Lo que me llama la atención es que el niño en brazos vaya con una mujer. ¿Acaso a un hombre que vaya con un niño en brazos no debería serle cedido el asiento? ¿O tal vez es que los hombres no van nunca con niños en brazos? Por otra parte ¿los que van con muletas o bastones sólo son hombres? Claro, los que practican deportes de riesgo o trabajan en lugares donde pueden producirse accidentes son hombres. Llegado el momento de llevar bastón ¿Quiénes si no los hombres van a ser los que lo lleven? ¿Acaso no son ellos los que han desgastado más? Las mujeres ya se sabe, como mucho a llevar niños en brazos, que como están tranquilitas en casa haciendo la comida ni pueden accidentarse ni, cuando llegan a ancianas, tienen que usar bastones porque están muy descansadas. Los que hablen del ‘término no marcado’ a la hora de referirse al masculino, que me expliquen lo del icono femenino con niño en los brazos. No creo que haya cosa más marcada que esa… Atentas, chicas: el machismo se perpetúa hasta en detalles tan subliminales como estos.

Las causas ajenas

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A veces las elipsis son reveladoras. Al quitarle “…a nuestra voluntad” a este cartel que ponen en verano en el bar El Labriego de la calle Veneras de Madrid, lo que queda es una declaración de principios que le cuadraría a cualquier dictador insolidario. Y tal vez esa sea la pena, que cada vez queda menos gente que cante por causas ajenas en lugar de llorar infantilmente por las propias…

Y para terminar…

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Una imagen de la primavera en la que, de vez en cuando, me acerco a la plaza de San Ildefonso a comer una pizza al solecito. A mí en esos momentos también me parece que “para llevar, la vita e bella”.

Hasta la próxima.

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