3 de enero de 2011

El poder y el deseo

Leo la entrevista que le hacen a Andrés Aberasturi (hijo) en EPS (El País Semanal) de este domingo 2 de enero de 2011 y me llama la atención una respuesta que me recuerda aquello que dijo Clinton cuando se le preguntó por su affaire con Monica Lewinski: “Lo hice por la peor razón: porque pude”. Aberasturi dice algo parecido sobre la posibilidad de crear, sobre la presencia de herramientas maravillosas que nos permiten ser cualquier cosa, no porque queramos, sino porque podemos. Dejo aquí testimonio gráfico de mi lectura, puntas de mis dedos incluidas, en el café Faborit de San Bernardo. No me atreví a volver a entrar en un café ‘español’ –para mí, los que no pertenecen a una cadena de esas que prohibían fumar desde su fundación y (ironía on) que están todas arruinadas precisamente por prohibirlo, como Starbucks (ironía off)-porque no me fiaba de que la prohibición de fumar hubiera causado efecto. Lo mismo lo hago mañana o pasado, visto que igual puedo salir de la prueba sin que mi camisa y mi pelo apeste a cenicero. El comentario a continuación.

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Cada vez que me preguntan por mi carrera de cineasta suelo terminar hablando de que ahora mismo no eres nadie si no tienes un móvil con conexión a internet o no has rodado un corto. Yo, que la asignatura de rodar cortos la aprobé con nota hace casi quince años, me encuentro ahora con que cada vez tengo menos ganas de rodar. Tal vez suene petulante pero no me gusta entrar a competir con el primero que ha salido corriendo a filmar una parida con su cámara y ha conseguido sus treinta segundos de gloria a base de ser, con toda probabilidad, ingenioso o escandaloso. No me interesa ser ni lo uno ni lo otro. El ingenio está sobrevalorado, y estoy de acuerdo con Marina (Elogio y refutación del ingenio) en que no deja de ser un divertimento de la inteligencia, algo que nos puede hacer gracia, al estilo de un monólogo de humor de los de Paramount Comedy pero sin fondo alguno. El escándalo se lo dejo a la caterva de Belenes Esteban que pulula por ahí deseando matar a su padre o matar por su hija, para salir en televisión. En definitiva, me da pereza tener que andar reivindicando mi deseo de ser cineasta entre cientos de otros tantos cineastas que lo son sólo porque pueden, a veces con un resultado, en lo que se refiere a la capacidad para comunicar sus obras, mucho más efectivo, todo hay que decirlo.

Por otra parte, también me pregunto hasta qué punto soy lo que soy porque puedo o porque quiero. Se puede decir que soy profesor principalmente porque puedo y no tanto porque quiero. ¿Y qué quiero? ¿Quiero ser actor? ¿Quiero ser músico? ¿Quiero ser escritor? ¿Quiero ser director? Hay algo que no dice Aberasturi y es que cuando uno puede algo y lo puede fácilmente (ahora es tan sencillo rodar con cualquier cámara, montar con cualquier ordenador, distribuir desde internet, para hablar tan sólo del mundo del cine o, en mi caso, es fácil seguir siendo profesor ahora que he consolidado de una manera contradictoriamente provisional una cierta posición) lo que quiere puede quedar sepultado debajo de esa facilidad, debajo de la comodidad que supone no enfrentarse a la corriente que le lleva dulcemente por un camino que tal vez sea incluso conveniente o agradable o envidiable pero que no es el por el que uno luchó, por el que uno habría dado tanto… Supongo que es el sino de la mayor parte de los mediocres del mundo, que no son los que viven felizmente una vida anodina, sino los que habiendo vislumbrado una posible gloria –tal vez falsa, tal vez inalcanzable, pero en cualquier caso sin haber trabajado hasta la extenuación, que es el único modo de trabajar en estos casos, por conseguirla- tienen que conformarse con una cotidianeidad un tanto funcionarial. Todavía tengo ataques de rebeldía. Tal vez quiera eso decir que vislumbro esa gloria –la gloria de ser fiel a mi deseo, no la gloria de la fama o la popularidad- y que aún creo estar a tiempo por luchar hasta la muerte para conseguirla. Igual empiezo mañana.

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