Escucho la radio todas las mañanas y cada vez que hay una desconexión local me pongo nervioso. ¿Las causas? Por un lado escucho una cadena nacional que emite desde Madrid o Barcelona para saber que estoy en un mundo amplio, para salir por unas horas de esta ciudad pequeña donde me afixio bastante a menudo. La desconexión local me recuerda que estoy aquí y me cierra por un momento la ventana que he abierto.
No me gusta, por otro lado, cómo se hacen los noticiarios locales. La música que usan es radicalmente diferente de las habituales de la cadena. La música que han escogido para el local es pesada, antigua, cursi. No deja de sonar mientras leen las noticias, como si tuvieran miedo de que la realidad que cuentan se les fuera a rebelar sin no la mitigan de ese modo. Luego, cuando leen la prensa local del día cambian la música y ponen de fondo una melodía de nuevo antigua, de nuevo pesada, más cursi, si cabe, que la anterior.
Las desconexiones dedicadas a publicidad me dejan aún peor. La lectura de los textos, que, sin ser brillantes, son correctos, tiene un tonillo cantarín y un tanto gritón que llega a hacerse molesto por repetitivo. Todo se lee igual, como si fuera lo mismo un coche que un bote de pinturas. Así se pierde la capacidad de los textos para convencer a los oyentes. La realización es básica: en muchas ocasiones una música de fondo escogida sin pensar demasiado y la voz por encima. Supongo que los que contratan la publicidad están contentos sólo con escuchar el nombre de su empresa en la radio, sin pararse a pensar si la manera en que aparecen es la más conveniente.
Me conecto a Internet para ver cómo son las cosas en la emisora local desde donde se emite el programa. Tal vez sea cuestión de que no hay otra forma de hacer las cosas y yo estoy equivocado. Tal vez allí también encontraré las voces chillonas y repetitivas. No, no me equivoco. Quizás sea porque en la capital tienen que competir con otras emisoras dispuestas a comerse su parte del mercado o porque hay profesionales más creativos o más preparados, no lo sé. El caso es que los anuncios son agradables: están bien leidos, bien actuados, bien realizados. No destruyen la ilusión de que el mundo es grande y está lleno de posibilidades.
Me gusta escuchar la radio tal y como la hacen en la capital. Creo que es porque me cuentan la historia que yo quiero escuchar. Una historia que no es más verdad que la que escucho en la emisora local -de hecho, tal vez lo sea menos-, pero que me deja mucho más tranquilo porque me permite seguir pensando que un día me decidiré a salir a buscar un lugar más libre, más hermoso, más dinámico y más amplio donde vivir.
1 comentario:
Los televidentes lo tenemos aún peor, no se preocupe. Al menos usted tiene la posibilidad de inventar bellas imágenes, a nosotros no nos queda otra que cerrar los ojos y gritar.
Bienvenido al mundo del bloggero.
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