Esta entrada me está resultando difícil de redactar. Por un lado no quiero que parezca que me he abonado a las tertulias de Intereconomía (¡cielos, eso sí que no!) pero por otro, después de pasar por las asambleas y reuniones de sol durante varios días y haber conocido la decisión de prolongar la acampada no puedo dejar de notar algunos peligros para el movimiento 15M que dejo aquí, como siempre, para la reflexión.
1. El exceso de lo que yo llamo burocracia asamblearia. Esto no es nuevo y quienes hayan vivido algún tipo de movimiento asambleario sabrán de qué hablo. Consiste en que al no haber una estructura predefinida para llevar adelante el trabajo de discusión, las reuniones se eternizan entre peticiones técnicas (cuestiones de procedimiento las llamábamos en las asambleas de finales de los 80) que derivan al final en dilucidar si se discutiría el modo de discutir la discusión y si eso daría lugar a una discusión posterior para discutirlo. Otro de los peligros, relacionado con este, es que las asambleas terminan siendo dominadas no por los que tienen algo que decir, sino por los más hartibles (que decimos en Andalucía = cansinos), que a veces no lo son por una cuestión de personalidad mál formada, sino por intereses más o menos ocultos.
2. La falta de objetivos claros. Esto se aplica, sobre todo a la acampada en Sol. Al no existir un convocante definido de la acampada, cada uno planta su tienda y defiende sus fines con los correspondientes cartelitos. La consecuencia es que aunque parezca que todos quieren lo mismo (bueno, sí, se ha llegado a propuestas de mínimos en las asambleas pero eso no es lo que transmite la acampada en sí), cuando uno pasea por Sol tiene la impresión de encontrarse en una especie de zoco de las reivindicaciones, en el que unos piden la instauración de la tercera república, otros que no se desaloje la Cañada Real y otros que se imponga la tasa Tobin. Por supuesto, hay elementos comunes entre algunos de esos grupos (¿quién no puede estar de acuerdo con que la entrega del piso cancele la hipoteca?) pero apuesto a que no hay ni una sóla persona que esté de acuerdo con todos los objetivos de todos (entre otras cosas porque algunos son contradictorios). Por otra parte, se puede dar la impresión a los ojos de quienes pasan por Sol de que el movimiento 15M le da la misma importancia a la discusión de los fines de ATTAC que a decidir qué se hace ante el inminente fin del mundo y el advenimiento de la era de acuario en el año 2012 o a discutir las relaciones entre las profecías y los atentados del 11S (y no me invento ni una de las propuestas).
3. El sentido de la acampada. El punto anterior me lleva a preguntarme por el sentido de la acampada. Yo entendía que este movimiento era un movimiento de ideas, de discusión, de promover un cambio en toda la sociedad. La acampada tenía un sentido de punto de partida para llamar la atención pero, una vez llamada esa atención, lo importante no es el símbolo, sino lo que el movimiento ha activado. Mantener la acampada me da la impresión de que lo único que hace es establecer una especie de nirvana aislado del mundo exterior donde quienes lo habitan se sienten muy a gustito.
4. La ruptura con el sistema constitucional. Metafóricamente hablando, creo que hay dos posturas básicas ante nuestro sistema: o bien es un sistema podrido que hay que tirar a la basura orgánica para que termine de pudrirse en un sitio donde no huela mucho o, en otro sentido, es algo así como una botella de vidrio demasiado usada que empieza a estar sucia (o que tal vez lo ha estado un poco desde siempre) y que hay que introducir en un crisol para reciclarla de manera que recupere su esplendor en la misma forma de botella, pero nueva. No soy sociólogo pero me da la impresión de que la mayor parte de los ciudadanos, entre los que me encuentro, están en la segunda de las opciones cuando hablan de que quieren democracia real ya. La sociedad española no quiere una revolución en el sentido tradicional del término. Solo quiere que esta democracia funcione. Es imperfecta, vale, pero tiene el valor, como mínimo, de haber dado a los ciudadanos de este país la oportunidad de expresarse libremente, como lo están haciendo los que están (o estamos, si es que no me termina de echar) en el movimiento 15M. El hecho de que la presión de los poderes económicos mundiales sirva de excusa a los gobiernos para aplicar medidas socialmente injustas no puede servir, a su vez, de excusa a unos cuantos de los participantes en el movimiento para aprovecharse del conjunto y decir que toda la democracia española es un error y que debe ser machacada.
5. La soberbia y la prepotencia. Estos dos defectos se manifiestan en algunas personas en forma de conocimiento superior sobre lo que necesitaba la pobre sociedad alienada por los medios de comunicación. Quienes no estén de acuerdo con ellos son borregos a los que hay que adoctrinar o reeducar, cuando no enemigos acérrimos a los que hay que reprimir o, en el mejor de los casos, no escuchar. Por suerte no es la actitud predominante en el movimiento 15M, pero algunos ejemplos he visto, por lo que hay que tener cuidado. Algunas de estas personas aparecen como defensoras de ideales presuntamente guays del Paraguay y ante los que cualquier crítica te lanza directamente a la lista de los cavernarios/reaccionarios. La consecuencia más grave sería una especie de espiral de silencio entre quienes rodean a estos presuntos alternativos para no ser excluidos del nirvana del que hablaba antes. Otra cara de esta moneda sería considerar que las minorías tienen más derecho que la mayoría a manifestarse y ejecutar acciones en el ámbito de lo ciudadano. La auténtica democracia respeta y defiende a las minorías pero sería un contrasentido que asumieran el gobierno de la mayoría porque entonces estaríamos convirtiendo nuestra democracia, paradójicamente, en una oligarquía aristocrática (entendiendo por aristócrata a cualquier listillo que consiga hacerse un huequecito de poder).
No dejo de pensar que este movimiento ha despertado muchas conciencias dormidas pero creo que debería concretarse en propuestas factibles que se llevaran a los foros donde se deciden, al menos por el momento, las cosas. Es posible que consigamos que un espíritu más social y solidario reine en las decisiones de los gobernantes y que incluso dentro de algún tiempo todos podamos decidir mediante sistemas impensables en este momento. Para eso creo que hemos empezado a trabajar. Sería una pena que, dentro de poco, quienes participaron con ilusión en los inicios del movimiento se volvieran a su casa sin querer saber nada de él y con pocas ganas de volver a participar en movilización alguna. Es un lujo que no nos podemos permitir.
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