La noticia de su marcha me hizo pegar un respingo en la cama y no es que no durmiera la noche en que Paco Tomás la dio, pero me costó un poco más de lo habitual retomar el sueño (también es verdad que estaba de vacaciones en Jaca y en el hotel, aparte de extrañar la cama, las tuberías del agua caliente, que pasaban por el suelo, se dilataban y se contraían, haciendo ruido y caldeando el ambiente de la habitación, ya calentito de por sí, hasta convertirla en un trasunto de sauna sueca). Por algún extraño motivo desde que escuché el primer programa de La Transversal me parecía que mi pensamiento y el de los creadores del programa estaban conectados hasta el punto de que chistes e ideas absurdas que yo había imaginado pero no contado a nadie porque nadie las entendía, aparecían de repente en boca de Chisca o de Paco Tomás. Eso me ayudaba a pensar que yo no era tan raro y que algún dios bienintencionado me daba la oportunidad de expresarme sin tener que molestarme en escribir o hacer un programa de radio. Llegué incluso a pensar en ponerme en contacto con ellos para darle la réplica a Chomsky, al que yo ya había imaginado hacía tiempo pidiendo dos cañas en la cervecería de la esquina, o proponiendo a Chisca, cuya voz resonaba en mi interior mucho antes de que pudiera escucharla por antena, alguna leyenda urbana para que me diera su dictamen. Todo eso se acabó sin embargo y ahora me siento frustrado. El mundo me parece un poco más mediocre que ayer.
P.D.: Me entero por el blog de Paco Tomás de que sigue en la casa en dos programas. ¡Me alegro mucho!
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